viernes, 23 de julio de 2021

LEGADOS INTERGENERACIONALES

 


Hay un abuelo en la calle. Y no digo abuelo porque tenga muchos años, que también. Digo abuelo porque lo es. A primera hora de la mañana, el viejo empuja el cochecito del más pequeño de sus siete nietos. Los pies se arrastran y pisan indolentes sobre el asfalto. Las manos ajadas y los ojos saturados. Pocas cosas quedan para ver. Eleva penosamente la parte frontal del carrito y entra en la panadería de la esquina. “Tres barras, por favor”, pide con voz áspera. Encaja las cinco monedas del cambio en el bolsillo trasero de sus pantalones de pana. Sale y hace sol. El crío balbucea y eructa, infla los carrillos y se chupa los talones. El abuelo sonríe y, con suavidad y mucho mimo, le da el cuscurro más tierno.