domingo, 27 de noviembre de 2016

TU MANIFIESTO PERSONAL EN NUEVE PÁRRAFOS






I
Eres la que eres porque así lo escogiste. Por amor enloqueciste y, con amor, sanarás. Eres la que eres, así, lenta, sencilla. Entusiasta. Eres como te hiciste por el amor que anhelabas. Desapareciste por un tiempo, transparente como un tul que se pierde en las cortinas. Eres como eres y ahora lo sabes. Ahora lo ves. O al menos, empiezas a verlo. Empiezas a verte tal cual.


II
Vivir tantos años con los ojos ciegos te puso en el mundo. Te puso en el mundo sin fuego. Su fuego fue tu fuego. Su deseo fue tu deseo. Sus sueños, los tuyos. Atravesar tu vida como una observadora externa, como la espectadora de una película, en la sala oscura. Tu vida proyectada en una pared, verte de secundaria, verte desde fuera. Emocionarte a veces, llorar, reír, quedarte sentada en la butaca para disfrutar de los créditos finales. Pero observadora al fin y al cabo. Porque así fue, te entrenaste para observar. Te entrenaste para mirar desde fuera, con miedo a involucrarte en tu propia existencia. Dejándote llevar por el guión que otros escribían por ti sin cuestionarte si realmente querías o no querías protagonizar cada escena, cada secuencia.
Hasta que el fondo en negro aparecía. Y en ese momento, tu fondo se volvía de nuevo a negro. Y tú te quedabas vacía, enteramente vacía. Un fondo negro. Y esa fue tu elección, te mantuviste segura, te mantuviste reconfortada en la comodidad de la observación externa. Miedo a saltar, miedo a traspasar. Miedo a vivir y vivirte. A vivirte. En la espalda, un paracaídas seguro. Has sabido siempre donde y cuando abrirlo. El momento exacto para dar el siguiente paso. Construir el suelo seguro sobre el que dar el siguiente paso. Siempre, ese siguiente paso, tan seguro. Cimientos bien construidos antes de caminar.


III
Eres la que eres porque así te hiciste. Escogiste desaparecer, ser niña muerta en vida por amor. Por amor te convertiste en balsa cristalina a la deriva. Sin rumbo más que las olas del mar, sin timón más que los vientos que soplaban. Y dejándote llevar, desatendiste a tu timonel. Y dejándote llevar, te olvidaste de ti. Ensordeciste, no te quisiste enterar. Y no como dice la canción, sino que no quisiste enterarte para nada. Porque escuchar, ver, significaba doler. Conectar con el verdadero y profundo dolor de tu existencia. Niña sola que tuvo que aprender a no molestar. Niña muerta, sola, que tuvo que aprender a ceder su impulso de vivir por el amor y la protección del mundo. Niña sola, que tuvo que pagar con su llamita interna por el amor a recibir. Un alto precio que pagaste por Amor.


IV
Y al mismo tiempo, como una vocecilla sorda que de tanto en tanto se hacía escuchar, sentiste que vivía sin vivir en ti. Y un día te paraste a escuchar esa vocecilla sorda. Paraste a escuchar qué te decía, qué palabras tenía para susurrarte. Y esa vocecilla interna cogió fuerza; como el que respira con consciencia antes de expirar: inspiraba cada vez más fuerte y exhalaba profundos gritos de vida. Llama, fuego, vida que dentro, muy dentro anhelaba vibrar.


V
Y al mismo tiempo, una sensación de miedo oscuro se esforzaba por tapar a la vocecilla sorda. ¡Qué pelea! ¡Qué lucha! El fuego y el miedo; la llama y el temor. El temor por la incertidumbre. El caminar sin paracaídas, el construir sin cimientos tan profundamente edificados. El anhelo y el miedo.


VI
Dos superhéroes en guerra. El Amor y el Miedo. Y el miedo ha estado ganando muchas partidas, durante mucho tiempo. Amor chiquito, diminuto, que se ha dejado ganar.


VII
¡Ay!, pero el amor chiquito nunca murió. La pequeña llamita se alimentó lentamente, poco apoco, con ramitas verdes, ramitas viejas, ramitas y hojas que eran alimento del alma. Y poco a poco, lentamente, cogió fuerza, una llama más fuerte, una llama más viva empezó a alimentar tu corazón. No de forma constante, no fue un alimentar constante. Las ramitas verdes, viejas, a veces fueron escasas. Y, otras, abundantes como un gran tesoro.


VIII
Y un día llegó. Así, de repente. Como un golpe de mazo en tu cabeza, en tus intestinos, tu alma. Comprendiste que el Amor y el Miedo son las dos caras de una misma moneda. No existe el uno sin el otro. Conforman un todo inseparable. Como la luz que es gracias a la oscuridad. O el mar que es gracias al cielo azul. Ambas fuerzas, motores de vida que pujan por su grandeza y no son nada la una sin la otra. Miedo que devora Amor, Amor que se hace grande gracias al miedo. Eres la que eres: eres Amor y eres miedo. Eres grandeza y eres pequeñez. Eres fuerte y vulnerable. Eres pensamiento y emoción. Eres vendaval y caballito de mar.


IX

Y ahora, aquí, comprendes que navegas gracias al motor de tu Amor y tu Miedo. El Miedo que ya no te paraliza y el Amor que empiezas a creer. Eres la que eres porque así te has hecho. Y también eres la que serás porque así te construirás.




martes, 15 de noviembre de 2016

MI FUERZA





... cojo mi fuerza del presente.

Cuando me anclo al Aquí y Ahora me siento fuerte, valiente, poderosa.


...irme al futuro, a la planificación y a la previsión me debilita....me sumerjo en la preocupación anticipatoria y pierdo mi sostén.


Mis pies aquí, ahora me sostienen.


Mi fuerza es estar y sentirme presente.

Aquí y Ahora.

 


martes, 8 de noviembre de 2016

jueves, 13 de octubre de 2016

MIRADAS FICTICIAS DE UNA REALIDAD CENTRÍPETA





Un hombre de pelo gris se baja las gafas a la altura de la nariz y mira, con interés, a la niña que juega en el parque. La niña, de rizos perfectos y vestido de puntillas, se para con la pelota en la mano y mira divertida al perro que espera. El perro, guardián adiestrado, babea y transpira con la boca abierta dejando entrever unos colmillos mal afilados y mira con ojos brillantes el palo que su amo le quiere lanzar. El hombre que tiene el palo en la mano, lo mueve y mira, lejos, a una muchacha que lee bajo un árbol. La muchacha mira con interés las líneas literarias del diálogo de su personaje principal: una mujer alcohólica que sigue intentando disimular. La alcohólica mira, con ojos tristes, a su hija, a través de una botella de bourbon que hay encima de la mesa de la cocina. La hija mira cómo llueve por la ventana y una gota resbala serpenteante dejando una estela en el cristal. La gota serpentea cristal abajo y deja entrever la realidad a través de su reflejo en la farola que alumbra la acera de enfrente. La farola ilumina trémula y parece que mira hacia abajo, como velando el pelo gris de un hombre que se baja las gafas a la altura de la nariz.


domingo, 2 de octubre de 2016

EL PODER DEL JUEGO: DESPERTANDO A LOS NIÑOS QUE AÚN SOMOS





Mónica Alonso.
 Educadora social y Risoterapeuta integrativa

Todos los niños del mundo juegan y es una actividad tan predominante en todas las culturas y sociedad del planeta que podríamos decir que el juego es la razón de ser de la infancia, como afirma la UNESCO en su “Teoría del juego”. Además el juego constituye una de las actividades educativas per se más importante del capital humano y cultural de cualquier sociedad. Podríamos decir que en el juego se experimenta una conducta “ como si”; es decir, puesto que en el juego el jugador simula la presencia de una emoción que no siente, está entrenando las diferentes posibilidades de resolución de conflictos, de situaciones novedosas o de mero descubrimiento.

La UNESCO, en su mismo documento, plantea una definición de juego muy esclarecedora.  A través de las propuestas de Huizinga, el francés Caillois ya preponderó que el juego es ante todo una actividad libre, separada, incierta, improductiva, reglamentada y ficticia. Así, Huizinga, teórico del juego, considera incluso que el juego constituye el fundamento mismo de la cultura, ya que es el único comportamiento irreductible al instinto elemental de la supervivencia.

Más recientemente, Bascones (1992) establece que el juego está presente en muchos aspectos de nuestro modo de vida y en la configuración misma de nuestra personalidad. Los juegos contribuyen a nuestra salud a desarrollo de cualidades físicas, afectivas, sociales, intelectuales y emocionales e inciden sobre el ambiente y la vida del grupo.

Al hablar de juego podemos encontrar, básicamente, dos enfoques a nivel teórico. Aquellos que enfocan el juego como medio dirigido hacia un fin exterior a sí mismo. Juego al servicio de algo, útil para algo. Y aquellos que entienden el juego como fin en sí mismo. Considerado como una actividad vital inherente a la propia persona y básico para el desarrollo del ser humano.

Y viéndolo así, ¿por qué juega el adulto? ¿Qué buscamos los adultos en el juego? Muchos autores comentan que en el juego del adulto reafloran todas las emociones y estados típicos del juego infantil. El juego del adulto, comenta Santamaría, J. (1989), adopta dos manifestaciones: o el deporte o aquellas actividades relacionadas con el mundo infantil. Ambas acepciones se encuadran, por ello, en el marco de considerarse actividades libres, sin coacción y con la sola motivación del placer. Podríamos decir que el adulto, en el juego, se “da permiso” para jugar, para dejarse llevar por el propio juego, dándose una tregua de todas las obligaciones y responsabilidades o necesidades habituales.

Otra de las características fundamentales del juego es el movimiento. No podemos entender el juego sin que haya un movimiento o vaivén, como Huizinga lo denomina. Podríamos pensar incluso que es el juego mismo el que se desenvuelve y juega, de forma impersonal incluso. Sin necesidad de que ningún sujeto realice la acción. Recordemos, por ejemplo, expresiones populares o metáforas como “juego de colores”, “juego de luces”. Así pues el ser del juego es el movimiento sin incluir un sujeto como parte fundamental. Sencillamente hay juego. El sujeto del juego es el juego mismo. El juego es centro y los jugadores son su entorno; los jugadores se reúnen en torno al juego, como una tribu que danza alrededor del fuego: el fuego es y los danzantes le dan un significado determinado. Y que los jugadores sean el entorno que da significado al juego implica, por supuesto, que estos hayan decidido hacerlo, de forma libre, consciente y sin coacciones de ningún tipo. Es decir que el jugador se disponga a la acción lúdica es imprescindible. Que se someta a sus leyes, a sus reglas a sus normas. En cierta medida es como “dejarse jugar” más que “jugar”. Por eso decir que el juego necesita de sus reglas es muy importante porque violar las reglas (al igual que en los ritos o todo lo sagrado) es dejar de jugar; es colocarse ya fuera del acuerdo tácito de que estamos jugando. Aunque siempre hay una diferencia: el jugador puede trampear las reglas siempre y cuando no deshaga el mundo mágico y su ritmo. En el juego no se “destierra” al tramposo del mismo juego porque reconoce en apariencia el círculo mágico del juego. Otra cosa es el “aguafiestas” que rompe con toda regla y, entonces, ya no está en el juego.

Volviendo a las características fundamentales del juego, decimos que el adulto y el niño al jugar hacen “como si”, simulan, representan. Y esta representación es entendida como una categoría esencial que define el juego, pues jugar es representar, volver a presentar pero de diferente modo. Y he ahí el contacto del juego con lo estético, con lo creativo, con lo artístico. Al representar ponemos de lo nuestro para presentar una nueva realidad. Y ¿qué hay más creativo que poner algo de nosotros mismos? La creatividad es la forma más libre de expresión de uno mismo. No hay nada más satisfactorio para los niños (y para los adultos añadiría yo) que poder expresar abiertamente y sin juicio externo.


En definitiva, jugar no es convertirse en niños, sino rescatar las cualidades del niño jugando como adulto. La idea es que, de un modo desenfadado, casi imperceptible para el participante, a través del juego se puede conectar con la emoción real. La risoterapia integral ayuda a poner fuera lo que hay dentro. Porque, como el libro de El Principito, no es para niños, sino sobre niños.



jueves, 29 de septiembre de 2016

INTRAMUDANZAS








Aquella mañana de otoño se levantó algo extrañado y con una sensación de cambio. Así que no lo dudó y cogió la mesita de noche que estaba allí y la puso aquí. Movió la lamparita de allá para acá. Se alejó para coger perspectiva de la nueva ubicación. Le gustó lo que vio. Así que animado ya con este nuevo principio arrastró la cama que puso aquí y el armario lo movió de aquí a allí. Se dio cuenta de un cuadro que no encajaba allí y lo descolgó con rapidez para colgarlo aquí. Suspiró profundamente y se tocó los cabellos grises reflexionando de nuevo. Movió el portarretratos de allí a aquí y la silla plegable de acá a allá. No acabó de convencerle este último movimiento así que la volvió a poner en su lugar. Jadeante por el cansancio se fijó en un viejo florero que miraba desde allá y lo cambió para ponerlo aquí. Por un momento sintió como si la rosa seca sonriera en su nueva atalaya. Se alegró. Cambió los zapatos aquí, el abrigo allí y el sombrero lo dejó allá. Desde el quicio de la puerta se dio cuenta que las cortinas ya no hacían mucho allí. Las descolgó sin pensar y las dejó caer en el rellano de la escalera que daba al piso de abajo. Abrió las ventanas y un rayo cegador de sol invadió la estancia. 


Cansado se sentó en el suelo y suspiró. Algo no acababa de encajar. Así que volvió a poner la cama allí y el armario  aquí. Dejó el portarretrato allí y la lamparita acá. No le acababa de convencer este último retoque así que decidió volver a poner la mesita de noche allí. Descolgó de nuevo el cuadro y lo dejó otra vez allí. Se giró y vio la rosa como temiendo de que la volvieran a su lugar original y decidió dejarla donde estaba. Finalmente recogió el abrigo, se lo puso, se calzó y se encajó el sombrero. Salió y miró por última vez la estancia soleada. Cerró la puerta con energía y la satisfacción de no sentirse un mediocre aburrido de nuevo.




VIII




Al hombre que le faltan dos dedos le gusta pasear por la Alameda que hay junto al río. Se respira un aire casi feliz en las noches de otoño. Allí,  se asegura que nadie mira, se quita los guantes y señala al cielo con sus ocho dedos al aire. Deja volar su imaginación y grita al viento que le deje seguir viviendo estos días de niebla.

viernes, 23 de septiembre de 2016

PALABRAS QUE NO CALLAN





Busca palabras.
Palabras que digan,
declaren o expresen,
anuncien o enumeren, 
reciten o parloteen.
Expongan y nombren,
opinen y sostengan.

Que clamen desde el corazón.

Palabras que no transformen el  murmullo en siseo.
Ni en arrullo, ni susurro.
Tampoco en rumor sordo
o
en sonido amortiguado
o
en tañido indiferente.

Palabras que no acallen
el estrépito ahogado
del silencio

en tu  interior. 


jueves, 15 de septiembre de 2016

HAY GENTE





Hay gente que camina en solitario

y hay gente que camina y va comiendo

o bebiendo

o soñando

o creyendo a través de un cable con altavoz.

Hay gente que al cruzarse te mira  a los ojos.

Hay gente que se hace el despiste

 o te baila porque mira donde tú vas.

Hay gente y hay gente.

Gente que pide

y gente que tira.

Gente que se deja embelesar

y gente con los pies rápidos.

Gente con manos ocupadas.

Gente con bolsas, 

en balsas,

bellezas.

Gente que piensa,

gente que siente

y gente que no.

Gente que va

y gente que viene.

Y gente que no sabe 

 que simplemente se deja llevar.

Gente, hay gente.

Gente de aquí y gente de allá

 que a veces se queda

Hay mucha gente, mucha.

Gente que a veces no es  gente.

Para tí.

Gente que no ves, gente que no miras.

Gente que desaparece y se esconde.

Gente que pasa desapercibida, 

gente que sigue ahí y es transparente.

¡Ay! Y yo te recuerdo,

por una vez,

mira a tu alrededor,

pon atención.

Tú también, a veces,

te conviertes


en alguna de esas gentes.




domingo, 11 de septiembre de 2016

CON PACIENCIA






Siento como duermes y, de tanto en tanto, respiras profundo.
Como si, en tu sueño, hubieras entendido algo.
Algo muy dentro de ti.
Algo muy lejos de mi.

Lento. Cuídame lento. 
Te anhelo a mi lado.
Cuídame. Y yo te cuido.
Ese será nuestro pacto.
Lo firmo; sin conocernos.

Soy  mujer que pervive en cientos de deseos.
Y tú, el cielo que resiste al huracán.

Hemos plantado muchos fuegos.
Hemos abonado muchos vientos.
Vientos que avivan fuegos.
Fuegos que no se apagan.

Sé el testigo de mi alumbramiento y enciende la luz que nos ilumina.
Seré  la mano que  acompaña. Y el testigo de tu voz.

Sé que andas por ahí. Igual que yo.
Que ando por aquí.
Caminándome. Cuídame.

 Yo soy tú.
Sigue andando. Te cuido.
Tú eres yo.

Somos. Aquí. 

Tierra que se asienta.

Con paciencia.



lunes, 5 de septiembre de 2016

NUEVE MICROPERSONAJES QUE NO EXISTEN





I
Soy como una mosca pintada en el papel de la pared. Nadie me ve aunque saben que estoy ahí. Que sigo siempre ahí. ¿Cómo hacer que mis alas vuelen? ¿Cómo impulsarme para desengancharme por fin de este papel pintado y emprender el vuelo que me permita experimentar, sentir, vivir?


II
De pequeño soñaba. Soñaba constantemente. Soñaba que vivía en la copa de un árbol. Me construía una casa con maderos y cuerdas, poleas y paja. Las hojas del árbol me servían de cobijo y el tronco de alacena. Y yo, me convertía, poco a poco, sin saber cómo, en el tronco del árbol mismo. Duro por fuera, vacío por dentro.


III
Esforzado al máximo. Ser buen hijo, buen hermano, buen estudiante, buen trabajador. Trabajador. Eso es. Como la abeja soldado que sabe bien su tarea, sale de madrugada a buscar rico néctar y vuelve con la faena hecha. Esperando recibir una buena palabra, un reconocimiento pero sin ser demasiado visto. No vaya a ser qué le diera la vergüenza.


IV
Punching bag. Recibo golpes, ataques, choques, impactos, codazos y leñazos. Y no me duele. Porque no tengo conciencia de ser un punching bag. Mi piel es cuero. Estoy colgado del alto techo y me balanceo. De aquí para allá. De allá para acá. Y, vuelta a empezar. Un punching bag que deja resbalar el sudor, la sangre, las lágrimas, las risas y el amor.


V
Lámpara mágica que espera ser frotada para conceder deseos. Más de tres. Más de cien. Lámpara mágica esperando ser descubierta en el fondo de la cueva. La cueva fría, oscura. Y no poder decir que no. Que este amo no me va. Que el genio soy yo y no puedo elegir. Que el que viene es el que toca. Y yo, pobre de mí, venga a conceder deseos.


VI
Contador de historias sin fondo. Contador de fantasías en mi mente, en la tuya, en la de todos. Cuenta, cuenta, me dicen. Y yo sonrío, o tuerzo la mueca. Contador de historias sin principio ni final. En el continuo de explicar, en el continuo de contar. Y no de uno a cien millones, por ejemplo. Contador silencioso que te escucha como cuentas.


VII
Soy el televisor que miro por las noches. Soy el libro que leo compulsivamente. Soy, también, aunque solo a veces, ese helado que me como. O el pijama que me pongo para echarme largas siestas. Soy la pantalla del ordenador que brilla en la oscuridad de la noche y se apaga al irse la corriente. Soy cosas. Y, muchas veces, la gran mayoría de las veces… ni siquiera sé que soy todo eso y mucho más.


VIII
Quiero morder, jurar, blasfemar, maldecir, ser cruel, inhumano, arrogante, indolente, impaciente, irritable, grosero. Chismoso y erótico. Confuso y concentrado. Pero, claro, de todo eso, la gran mayoría de las veces, me tengo que conformar con ser un halo de todo lo contrario.


IX

Soldado que renuncia a luchar por sus ideales. Desterrado de sus tierras, vaga indolente hacia no sabe dónde. Y, ¿sabes lo peor de todo? Ni siquiera sabe que huye.