lunes, 19 de septiembre de 2022

HAY GENTE

 



Hay gente que llora y grita. Hay gente que ríe sin más. Los hay que, sin darse cuenta que detrás de la lágrima infinita, hay un manto de fuego. Los hay que se despiertan una mañana a la luz del sol y saludan a sus ojos en el espejo.

Los hay que caminan sin saber a dónde van.

Hay gente que retiene su miedo dentro. Muy adentro. Y de tanto esconderlo ya no se atreven ni a vivir.

Hay gentes que cantan, gentes que escriben, gentes que loan y gentes que no. Hay gente que pide y gente que exige.

Hay gente que da y no sabe querer.

Los hay que a veces aprenden a olvidarse de sí mismos y su amor ya no vale nada, porque dan lo que no tienen. Hay gente que pinta y gente que baila. Hay gente que se queda anclada en su tierra y no se atreven a volar. Y los hay que surfean, y saltan, y viajan. Por fuera. Y por dentro. Los hay que a veces se enojan y explotan. Hay gente caprichosa, gente voluble, sutil, gente voluminosa y gente transparente.

Los hay que a veces se esconden.

Hay gente incomprendida, hay gente perfecta, los hay perfeccionistas y divertidos. Perfeccionadores y temerosos. Hay gente que no. Y hay que gente que a veces.

Hay gente que sí. Siempre.

Hay gente inconstante y gente burlona. Borrosa, picajosa, rara y pegajosa. Hay gente que olvida y gente que perdona. Y hay gente que ni uno ni lo otro.

Hay gente que se rompe a pedazos y ya no se recompone y gente que se eleva, a la luz del ocaso. Hay gente de sangre y gente de barro.

Hay gente que come. Y gente que bebe. Los hay que inspiran y los hay que expiran. Hay gente que viene y gente que va. Hay los que se pegan. Y los que desaparecen. O callan.

Hay gente de tú, y gente de yo y de yo y de yo. Los hay que nosotros y los que nadie.

Hay gente que son ejemplo a seguir y gente que sigue y busca y rebusca ejemplos a seguir. Hay gente que adora y gente dorada. Agradecida y bendecida. Gente iluminada por el sol de la mañana. Hay gentes que oscurecen el amor y gentes que alumbran las montañas. Los hay que repican campanas y los hay que replican sin más.

Hay gentes que son linaje y gentes que hilan y tejen. Están los que se rompen y los que conectan. Los que reconectan y llegan. Hay gentes que nacen y renacen. Hay gente herida y gente que hiere. Valientes, dolidas. Diamantes y turba.

Hay gente que siembra y gente que abona. Los hay que recogen y los hay que ofrecen. Se ofrecen.

Hay gente que cambia.

Hay gente que es.

Y yo, también, hay momentos en que,

bajo el árbol frondoso, 

también siento que soy gente que.


martes, 23 de agosto de 2022

ESPACIOS NACIENTES

 



Hay un perro que, detrás de un seto, mira como un gato duerme. A lo lejos, tres caballos, espantan las moscas con sus patas traseras. El gato, impasible, descansa su cola mientras sus orejas, atentas, siguen los pasos que se acercan.

Los pasos silenciosos regresan a su hogar temporal. Como matriz que acoge amorosa, el hogar les regala una noche a la luz de las velas. Las llamitas de las velas danzan armoniosas al compás de una canción italiana. Canta de alguien que marcha. Triste. Muy triste. La tristeza en el ambiente se envuelve, calurosa, del abrazo de las historias de C.

C. habla despacio, como si saboreara cada palabra. Masticando cada recuerdo. Todos, simplemente, atienden. Ahora que han aprendido a prestar a tención. A atender a lo que hay. Afuera y adentro. A hacerle un espacio de bienvenida a lo que llega Y lo que llega puede ser trueno o lluvia, lágrimas o besos, sonrisas o juegos, padre, madre e infante… El vacío ya no se moja.

Esperan y no. Como si la espera ya hubiera llegado a su destino. Como si el alma los hubiera, por fin, alcanzado.

Las viejas piedras de la casa también escuchan. Atentas.  ¡Cuántas vidas habrán visto nacer! Las celebran. Las bendicen.

Las historias de C. se entremezclan con las historias que ellos se cuentan. Las que se solían contar y las nuevas historias aún no acabadas. Nuevos espacios, nuevos caminos. Las nuevas historias comienzan a retumbar, como el trueno que, ya a lo lejos, se desvanece.

Una mano se recoge, un pie se aposenta en el suelo. Hay miradas por todas partes. Respiraciones y suspiros que se respiran a sí mismos. Que se dan aliento. Suspiros suspirándose. Espacios exteriores, húmedos, cálidos, risas y frases inventadas, chistes con código, el compartir de bandejas de fruta. Alimentando de vida nuevos espacios nacientes. Como el camino, nutriéndose a sí mismo.

Y se jalea el aire. El aire que entra y sale. Sale y entra. Entra y sale. Suspira y jalea. Darle espacio al dolor y jalearlo. Respirarlo. Darle espacio y, darse cuenta entonces, que ahí se cobijan todas nuestras posibilidades.

Como quien batea el trigo para desgranar la espiga. Y el oro del grano, regalo inesperado. Como perla en el camino. Tantas perlas desgranadas que uno podría engarzar un collar. Largo, muy largo. Solo el hilo los une. Así invisible como el perro que, ahora, ya se fue, galopando, en busca de un pichón. A lo lejos, tres caballos relinchan.

Aquí, ya todo es paz.