jueves, 20 de julio de 2017

LO DIGO ALTO Y CLARO



No. No me quiero perder en ti. No quiero que los días pasen, a veces volando. No quiero perderme en las perfectas fantasías que mi mente elabora y cocina a cada momento. No quiero perderme las risas, ni los llantos. Ni esa sensación de profunda gratitud hacia las flores. Y su aroma. 

No quiero perderme los ríos, ni los puentes, ni los arroyos que fluyen y fluyen sin parar. No quiero que las gotas de lluvia sigan resbalándome. Ni que los charcos de barro se aparten del camino. No quiero que tus pies se detengan si estás. Si estás. 

No quiero dejar de escribir. No quiero dejar de bailar.  No quiero dejar de soñar. Ni tampoco engancharme al sueño eterno. No. No quiero que la espada gobierne tu letargo. Ni mi letargo. No quiero que el dolor me deje sin aliento. Ni que el miedo me encadene al óxido. 

No quiero que me acompañes si sabes. O no sabes. Solo siéntelo. Y déjate en paz.

No quiero que lo sagrado me abandone. Ni olvidarlo de tanto dormir.

Vamos.

Que lo digo alto y claro.


Estoy para empezar a vivir. De nuevo.

martes, 18 de julio de 2017

LÁGRIMAS




Lloras y te veo.
Te veo llorar.
 Son lágrimas limpias, verdaderas…
profundas… primitivas.
Tu dolor es  infinito, más allá del cuerpo.
Más allá del alma.
Te veo llorar y yo lloro también.
Porque tu dolor es, en cierto sentido, mi dolor también.
Tu dolor, mi dolor.
Simplemente, dolor.
Cómo el dolor puede compartirse
 así de repente.
Y cada lágrima, cada gota : una confesión.
Una confesión de respeto.
Una confesión de ternura.
Una confesión que comprende.
Lloras y te veo.
 Y comprendo.
Las hojas de los árboles lloran también.
 Las flores e insectos lloran.
La tierra llora cuando tú lloras.
Verte así, tan grande y tan pequeño a la vez.
Tu gran pequeñez y tu pequeña grandeza lloran juntas.
 Se consuelan una a la otra.
Se acunan mutuamente.
Lloras. Te veo.
No hay nada que decir.
No hace falta.

Tan solo mirar.