A J.L.R
Un hombre me habla.
Un hombre me habla y me cuenta secretos.
Secretos que antes no podía contar.
Aquellos secretos de los que otros hombres se burlan.
Secretos escondidos, secretos a voces, secretos de intimidad.
Un hombre me habla y me cuenta que llora, que ríe. Que siente.
Un hombre me habla y me cuenta que a veces, muchas veces, se
siente chiquito, pequeño ante la inmensidad del firmamento. Que la superluna le
enciende por dentro al calor de lo humano. Que los amores apagados también
duelen y los hijos alejados, escuecen.
Que dentro, allí en el fondo tan fondo de su corazón hay blanca
risa, hay dulce llanto, espuma de rabia y pimienta de lujuria, hay aceite de
vanidad y harina de dolor. Secretos de alta cocina emocional.
Un hombre que llora y me habla así, flojito al oído, me dice
tanto. Me recuerda que, solo a través de las rendijitas de nuestras heridas, se cuela la luz. Me recuerda de la pequeña grandeza de todos. De la gran
pequeñez del ser.
Un hombre me habla y me cuenta secretos a susurros, a voces,
a gritos, a besos.
Y yo me conmuevo.
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