Aquí. Me siento bajo el árbol milenario.
Fuerte. Robusto.
El roble me acoge con su firme sombra.
Allí. Miro las nubes en el horizonte.
Claro. Liviano.
La línea del infinito a la que nunca llegar.
Aquí. Siento el frescor de la hierba a mis pies.
Verde. Vulnerable.
Y la margarita que me acuna.
Allí. Veo un halcón que alza el vuelo.
Seguro. Majestuoso.
Parece que me guiña un ojo.
Respiro, entonces. Y cierro los ojos.
Y veo con claridad.
El desierto, ahora, me permite ver.
Y me despido, pues.
Me despido, por ahora, de la oscuridad.
Me despido del miedo y del arrojo que me ciegan.
Me paralizan o me ahogan.
Me despido, de momento, de los grilletes de la pereza.
Del des-amor propio.
Y me despido sabiendo que es por ahora.
Por un momento.
Quizás lo oscuro y el miedo y el arrojo y el des-amor
vuelvan.
Y entonces les daré los buenos días. Los miraré a los ojos.
Y les daré un asiento en mi salón.
Y nos tomaremos un té.
Pero ninguno de ellos decidirá cuál es el próximo paso.
Me despido, pues.
Por ahora.
Una narración muy poėtica.Un beso del papa
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