jueves, 29 de septiembre de 2016

INTRAMUDANZAS








Aquella mañana de otoño se levantó algo extrañado y con una sensación de cambio. Así que no lo dudó y cogió la mesita de noche que estaba allí y la puso aquí. Movió la lamparita de allá para acá. Se alejó para coger perspectiva de la nueva ubicación. Le gustó lo que vio. Así que animado ya con este nuevo principio arrastró la cama que puso aquí y el armario lo movió de aquí a allí. Se dio cuenta de un cuadro que no encajaba allí y lo descolgó con rapidez para colgarlo aquí. Suspiró profundamente y se tocó los cabellos grises reflexionando de nuevo. Movió el portarretratos de allí a aquí y la silla plegable de acá a allá. No acabó de convencerle este último movimiento así que la volvió a poner en su lugar. Jadeante por el cansancio se fijó en un viejo florero que miraba desde allá y lo cambió para ponerlo aquí. Por un momento sintió como si la rosa seca sonriera en su nueva atalaya. Se alegró. Cambió los zapatos aquí, el abrigo allí y el sombrero lo dejó allá. Desde el quicio de la puerta se dio cuenta que las cortinas ya no hacían mucho allí. Las descolgó sin pensar y las dejó caer en el rellano de la escalera que daba al piso de abajo. Abrió las ventanas y un rayo cegador de sol invadió la estancia. 


Cansado se sentó en el suelo y suspiró. Algo no acababa de encajar. Así que volvió a poner la cama allí y el armario  aquí. Dejó el portarretrato allí y la lamparita acá. No le acababa de convencer este último retoque así que decidió volver a poner la mesita de noche allí. Descolgó de nuevo el cuadro y lo dejó otra vez allí. Se giró y vio la rosa como temiendo de que la volvieran a su lugar original y decidió dejarla donde estaba. Finalmente recogió el abrigo, se lo puso, se calzó y se encajó el sombrero. Salió y miró por última vez la estancia soleada. Cerró la puerta con energía y la satisfacción de no sentirse un mediocre aburrido de nuevo.




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