Lloras y te veo.
Te veo llorar.
Son lágrimas limpias,
verdaderas…
profundas… primitivas.
Tu dolor es infinito,
más allá del cuerpo.
Más allá del alma.
Te veo llorar y yo lloro también.
Porque tu dolor es, en cierto sentido, mi dolor también.
Tu dolor, mi dolor.
Simplemente, dolor.
Cómo el dolor puede compartirse
así de repente.
Y cada lágrima, cada gota : una confesión.
Una confesión de respeto.
Una confesión de ternura.
Una confesión que comprende.
Lloras y te veo.
Y comprendo.
Las hojas de los árboles lloran también.
Las flores e insectos
lloran.
La tierra llora cuando tú lloras.
Verte así, tan grande y tan pequeño a la vez.
Tu gran pequeñez y tu pequeña grandeza lloran juntas.
Se consuelan una a la
otra.
Se acunan mutuamente.
Lloras. Te veo.
No hay nada que decir.
No hace falta.
Tan solo mirar.
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