Hay veces que cierras los ojos y allí aparecen. Las imágenes.
Lienzos de futuro. De ese futuro que imaginas,
del futuro que anhelas.
Del futuro que pintas en tu mente. Con grandes brochas de los y si… o quisiera.. De los ay si solo
pudiera… las fantasías de tu deseo más profundo… o de tu necesidad más
profana.
Y, en cerrando los ojos así, te vas. Pierdes y te pierdes por el
trayecto onírico. El camino de lo que aún
no es. El camino de lo que quizás nunca sea. O quizás nunca sea como tú
imaginas que será.
A veces cierras los ojos y ya están allí. Escenas del pasado. Escenas
de una película que ya conoces. Escenas repetidas, escenas temidas, escenas
vividas y disfrutadas. Escenas dolorosas…Escenas añoradas.
Pero en cerrando los
ojos hacia tu pasado, el recuerdo ya no es el mismo. No es el mismo que la
realidad que experimentaste. Porque el recuerdo queda diluido en el río de la
falsa memoria. Y el pasado nos atrapa. De nuevo.
Amigo, cierra los ojos y no hagas nada más. Tan solo eso: cierra
los ojos. Siente. Respira. Vívete en tu negritud, en tu soledad, en tu sentirte
al fin.
Cierra los ojos y siente tus pies en el suelo. Siente el calor de tus párpados,
el brillo de tus manos. El sabor de tu cabello y el aroma de tus lunares.
Amigo, cierra los ojos. Y ya.
Quizás, en cerrando los ojos así, puedas abrirlos con más
claridad. Abrirlos a la bendición del arte. Abrirlos a la magnificencia del
otro. Abrirlos a la grandeza del mundo.
Abrirlos a la generosidad …
…de dejarte en paz.
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