Soy el canto de una hormiga.
Y el susurro de un mosquito.
Soy el lunar en el pie de una oruga.
Y el aliento de una lombriz.
A veces, las grandes epopeyas
se escriben en mínuscula.
Con pocas palabras.
A baja intensidad.
Y, así.
Solo así.
Puedes afinar bien el oído.
Y escuchar, por fin, la magia
del vivir.
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