El tigre de mi espalda se levanta rugiendo. Cada día lo hace
de forma sigilosa, pero me deja comer, bailar y dormir. Hoy, sin embargo, el tigre
de mi espalda se despereza con las garras afiladas, apuñala mis vertebras,
aguijonea mis músculos, bosteza con el maxilar abierto y rasga mis lumbares.
Hasta que las convierte en tablas de nogal centenario. Hoy el tigre de mi
espalda está rabioso.
Me iría tan bien que vinieras y ,armónicamente, le susurraras a mi tigre
de la espalda. A mí nunca se me dio bien cantar.
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