viernes, 10 de junio de 2016

LA REVOLUCIÓN DE LAS PRINCESAS




Cuando las princesas decidieron unirse ya nada las paró. Cenicienta se compró unas sandalias de cuero, cultivó un huerto orgánico y se pasa los días tejiendo mandalas. Blancanieves se hizo amante de dos de los enanos en un afán práctico de poliamor. Rapunzel, harta ya de tanta trenza, se las cortó y con ellas se hizo un petate con el que recorre medio mundo. Bella se rapó al cero, se puso dos piercings en la nariz y, cansada de tanto vals con can-can, aprendió a bailar break dance. Ha quedado primera en el Campeonato de Harlem Street durante tres ediciones seguidas. Ariel se hizo campeona de natación sincronizada y, en los últimos juegos olímpicos, se fugó con un lanzador de martillo de metro noventa. Finalmente, Pocahontas encabezó una marcha pro indígena y fundó la primera ecoaldea autogestionada y ahora se dedica a dar conferencias de motivación por los cinco continentes. 
Visto esto, los príncipes no tuvieron más remedio que buscar a las madrastras y llorar en sus regazos mientras éstas les daban compota de manzana con cucharillas de plástico.



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