Me llueven los ojos cuando te imagino recogiendo
miguitas de pan con la yema del dedo meñique y lamiéndote el alma por una onza
de chocolate.
Negro. Por supuesto.
Me tiritan los miedos al pensarte viajando.
Lejos, tan lejos
de los poros de mi espalda.
Me florecen los labios al besarte en el aire.
Contando cada
tic-tac de este eterno estruendo.
Me tiemblo y me doblo. En el fragor de la noche sin cuerpo.
Te palpo y te hallo. En mis sueños de fantasía.
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