No quiero que termine esta tarde de domingo. Donde los árboles susurran caricias a los pájaros y el calor se pega como una calcomanía en nuestros cuerpos.
No quiero que termine esta tarde de domingo; que siga nuestro café humeante. Y la luz de tu
sonrisa. Me invitas a un helado y nos gastamos una broma.
Reímos.
No quiero que termine esta tarde de domingo. La quiero eterna. Laxa. No quiero
pensar en palabras complejas, como controvertido
o displicencia. Me quedo con la comisura de tus labios,
tu mirada y un qué tal.
No quiero que termine esta tarde de domingo. Déjame que bese ese lunar que tienes en la mejilla izquierda o busque tus ojos en mi nuca cuando abres el portal. Y sonreírnos
los dos. Déjame que te llene el pecho de granitos de ternura. Hagamos que nuestras
manos se fundan en un reloj de arena infinito, tocándonos a ciegas. Sintiéndonos
el paladar.
Brillándonos el alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario