jueves, 7 de julio de 2016

TARDE DE DOMINGO




No quiero que termine esta tarde de domingo. Donde los árboles susurran caricias a los pájaros y el calor se pega como una calcomanía en nuestros cuerpos. 

No quiero que termine esta tarde de domingo;  que siga nuestro café humeante. Y la luz de tu sonrisa. Me invitas a un helado y nos gastamos una  broma.

Reímos.

No quiero que termine esta tarde de domingo. La quiero eterna. Laxa. No quiero pensar en palabras complejas, como controvertido o displicencia. Me quedo con la comisura de tus labios, tu mirada y un qué tal.


No quiero que termine esta tarde de domingo. Déjame que bese ese lunar que tienes en la mejilla izquierda o  busque tus ojos en mi nuca cuando abres el portal. Y sonreírnos los dos. Déjame que te llene el pecho de granitos de ternura. Hagamos que nuestras manos se fundan en un reloj de arena infinito, tocándonos a ciegas. Sintiéndonos el paladar. 

Brillándonos el alma. 



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