El hombre sueña con su mujer. La verdad, no
sabe por qué. Le inquieta, después, haberlo hecho. Sueña que, en la cama, ella
le recuerda una lista de quehaceres matrimoniales, uno a uno. Le recuerda que
debe trabajar y cuidar de ella. Le recuerda que debe amarla y quererla. Le
inquiere en hacerle el amor cada dos noches, pero antes de las once, eh,
¿cariño?, para que el cutis no se me tense y se me destense como un acordeón. Le
recuerda que debe defenderla ante los demás. Le recuerda que los pantalones los
llevará ella, en casa, eso sí. Al fin, el hombre respira y palpa en la cama, a
su derecha. La mujer se gira y gime algo parecido a una malapalabra. El hombre
piensa que, esta noche, quizá ella también habría preferido dormir sola.
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