viernes, 14 de junio de 2013

JUEGO DE MANOS


 
Soy la única persona en el mundo que conoce este juego de manos. Voy a trasmitirte un secreto que ha pasado de generación en generación, a lo largo de los siglos. No tengo hijos y he decidido que eres la única persona que merece recoger mi legado. No se lo cuentes a nadie. Guarda esta herencia como un diario íntimo en el cajón de las camisetas. Algún día escucharás rumores. Unos dirán que se trata de la naturaleza rebelde. Otros clamarán a sus dioses pidiendo una nueva moratoria. Los más pensarán que se trata de otra profecía sin cumplir. No les hagas caso. Sigue con tus cotidianas rutinas.


Ha llegado el momento: coge la Tierra. Cógela bien, con fuerza. Procura que no se caiga; es una pieza delicada. Cierra los ojos y ponte unos tapones en las orejas. Como tienes las manos ocupadas, pide a algún amigo que te los ponga. Hazle jurar silencio. Para siempre. Encaja los tapones correctamente para que los gritos de los niños y los ancianos no te distraigan. O te enternezcan. Si llegaras a sentir algún tipo de nostalgia, empatía o nudo en el estómago, el resultado sería nefasto. Ni se te ocurra llorar.

Ahora siéntate en una silla confortable, o en un sillón. El esfuerzo que harás será agotador y necesitarás reponer fuerzas. Puedes prepararte alguna bebida con antelación y dejarla en la mesita. Cerca de ti. Procura que se trate de una mezcla no alcohólica. Deberás tener todos tus sentidos alerta. Todos, menos el oído.

El mismo amigo que antes te ha puesto los tapones en las orejas, debería quitarte los zapatos y los calcetines. Nunca he entendido para qué servía esto de los pies descalzos en el suelo. Supongo que alguna relación tendrá con la energía global o la conexión cuerpo-tierra. Pero el ritual ha pasado de padres a hijos, desde el primer mago en la historia, y comprenderás que no puedo en ningún caso suprimir esta parte.

Ya estás preparado. Aprieta. Aprieta bien fuerte con las manos y estrújala. Siente cómo se deforma y los polos se alargan. Nota como los relieves geográficos se acentúan y los mares y los océanos mezclan sus aguas como en un cóctel jamaicano. Huele las tormentas huracanadas y los tornados. Siente el calor de los volcanes en erupción. Agítala e imagina que todo, todo se hace pequeño, pequeño entre tus dedos. Inspira hondo. Hínchate de orgullo. Y ahora, grita. Grita al cielo: “Soy yo. ¡Soy el Fin del Mundo! “

Al terminar, acabarás muy cansado. Siéntate. Echa un trago a la bebida. Coge aire y suéltalo sobre todos los continentes. Por todos los bosques. No te olvides los desiertos. Verás que éstos vuelven a su lugar, que las aguas se tranquilizan y las nubes negras se tornan blancas. Verás alguna columna de humo de un fuego tardío; espera que se apague por sí mismo. Cuando todo haya vuelto a la normalidad, deposita la Tierra de nuevo en su lugar. Con cuidado. Procura jugar solo dos o tres veces en tu vida. Más, podría ser mortal.


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