A Cenicienta tampoco le cabía el zapatito de cristal. Todavía hoy se
pregunta cómo no recuerda nada de aquella noche de vinos dulces y ron y porqué
le han salido tres callos en el talón. Mira las vetas de madera de su vieja
buhardilla y piensa que hoy tendrá que volver a la fuente para llenar la vasija
de agua. El sol empieza a agacharse y ella recuenta la lista de la compra.
Mientras, su sombra sigue soñando con medias de seda, noches sin calabazas
mágicas y cuentos fallidos.
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