martes, 11 de junio de 2013

UNA ÚLTIMA CANCIÓN



La actriz de variedades se empolva la nariz como cada noche desde hace tantas veladas. Su mirada se cruza con el ramo de rosas secas que preside el tocador. Tres horquillas, un joyero romántico de plata y varios peines de púas desgastadas ya no le recuerdan tiempos mejores.

 

Las lentejuelas del vestido le sonríen con cierto escepticismo mientras las plumas de sus medias se transforman en risas contenidas de desesperanza.

 

Toda una vida encima del escenario: miradas lascivas en su juventud la acogían desde el palco principal; indiferencia complaciente tras unos aplausos en su madurez conservada. El maquillaje ya no puede esconder las arrugas de su expresión. Para esta última sesión tan sólo espera que algún ojo optimista le regale una sonrisa cómplice.

 

Se ajusta las pestañas postizas y se retoca los zapatos de charol. La triste bombilla que preside el espejo esférico parece que le guiña un ojo. Por fin ha decidido bajar el telón.

 

Al terminar la función, el único espectador de la noche la espera en la puerta de servicio. Le da un beso en la nariz, le acaricia el mentón y le pasa un brazo por encima de los hombros. “Nena, hoy has estado mejor que nunca”, le susurra al oído. Ella asiente y, en silencio, se lamenta de que a estas alturas su marido no sepa mentir mejor.

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